En un competido segmento, el que más vende en nuestro país de hecho, hay varios autos que destacan por distintas situaciones. No ahondaremos en ellas y mucho menos haremos una compleja y poca ilustrativa comparación. Tomamos únicamente a uno de los participantes para estudiarlo con calma y muy a fondo, con ustedes el Volkswagen Jetta GLI.

O para los que lo prefieran, únicamente GLI, misma versión que surgiera hace 3 décadas en su primera generación con el Volkswagen Atlantic, después a Jetta y otorgando estas tres letras para las versiones más deportivas o equipadas del querido Jetta que para entonces era ya un éxito de ventas, un producto por demás deseable y sí, ese que muchos solteros(as) y familias jóvenes querían tener en casa.

De esta manera transcurrieron 30 años y seis generaciones de este exitoso sedán, gran variedad de motores, diseños, cambios de plataformas y desarrollo de tecnologías hasta llegar a esto que vemos en las fotos. Un GLI que se levanta sobre la misma plataforma de Jetta aunque con interesantes aportes en pro de la eficacia, manejo de potencia, dinámica, confort y diseño, justamente esta es la parte con la que comenzamos a intimar con este auto. Carrocería cuatro puertas, rines de 18 pulgadas cubiertos con llantas de alta velocidad (primer aviso), cambios muy sutiles al frente como los faros con LED y el característico ribete rojo que continua por la parrilla central hasta llegar al logo. En la zona más baja de la defensa frontal destaca una enorme parrilla flanqueada por las nieblas y un lip, combinando el brillante acabado de la pintura con la textura del negro mate, ideal para evitar el desgaste prematuro de un buen acabado en caso de encontrarse con algún tope, lo cual no sucede muy seguido en esta ciudad… La parte posterior luce un atractivo juego de calaveras –muy Passat- que realzan la zona en complicidad con un pequeño alerón sobre la cajuela y las salidas de escape. Así pues, GLI luce elegante y deportivo, aunque denotando la madurez de la presente sexta generación.

Ahora pongámonos a bordo. El sensor de presencia libera la puerta y al abrirla huele a piel, vamos bien, tablero amigable, ergonomía, materiales suaves y buena calidad de ensamble –muy GTI- aunque las tapas de las puertas no entonan mucho con lo anterior ya que el material se percibe durable pero con falta de vistosidad. Los asientos son tipo baquet, de piel con costuras rojas que también se hacen presentes en el volante; encontrar la mejor posición de manejo resulta fácil con el ajuste del control eléctrico en el asiento delantero derecho y la profundidad-altura de la columna de dirección (segundo aviso). El acceso a toda la información de la computadora de viaje siguen siendo desde los controles en el volante; todo fluye con naturalidad excepto ciertos submenús a los que por seguridad no se permite el acceso más que cuando el auto esta completamente detenido. Consumo, temperatura, recorrido, tiempo de recorrido, autonomía, etc. todo esta contenido ahí, listo para aparecer en el display central de tablero. La configuración del Bluetooth resulta de cierta manera una tarea sencilla y aunque eso dependerá del tipo de dispositivo que utilicemos, una vez cargado en el sistema del RNS10 con manos libres, llamada por voz, capacidad para leer 6 CD y tarjeta SD, todo será más sencillo. Por su parte, las plazas traseras mantienen el mismo espacio para piernas, brazos y espalda que Jetta, de tal manera que tres adultos podrán encontrar acomodo en este auto sin problema para viajar con equipaje debido a las grandes dimensiones de la cajuela.

Bien acomodado, oprimo el botón de encendido y despierta el 2.0 L TSI, y a pesar de ser la misma base mecánica de su hermano mayor (GTI) no hay ese leve gorgoreo previo al arranque; GLI es más bien silencioso y ciertamente más civilizado, obvio, su enfoque es diferente, pero entonces ¿para que tantos acentos deportivos? Aun no lo sé, en ese momento todavía manejaba por la ciudad con la DSG de seis velocidades en modo “normal”. El tráfico por fin va desapareciendo y el auto –y yo también- quiere ir más rápido, entonces justo en el último semáforo antes de abandonar la ciudad, bajo la palanca hasta la “S”; en décimas de segundos se ajusta el cuerpo de válvulas y el sistema mecatrónico de la DSG, acelero, la primera se ha vuelto más larga, 4,500 rpm, 5,000, 5,500 y por fin rozando las 6,000 es que llega la segunda manteniendo el ritmo, saliendo de una pequeña curva llega la tercera y aproximadamente un kilómetro de recta engrana la cuarta marcha. ¿Es otro auto? Sé que la pregunta es absurda, pero hace apenas un momento manejaba un confortable sedán y ahora se ha convertido en un entusiasta velocista. Los 180 km/h llegaron rápido y ahora viene una curva más exigente, mi cerebro dice “frena” y el GLI ejecuta con mucha seguridad incluso antes de entrar a la curva, la caja retrocede y aunque no tiene el escalofriante petardeo del GTI ha vuelto a este GLI más ronco, respondón y muy dinámico. El McPherson adelante e independiente atrás contribuyen al manejo de potencia y transferencia de pesos que además, se mantienen a raya con los sistemas de control de tracción y estabilidad.
El modo de manejo Sport, pone la cereza del pastel al Jetta GLI ya que con la misma confianza que nos brinda en su modo “S” podremos obtener lo mejor del auto y exprimir los 210 hp que genera el motor, por demás esta decir que la diversión también se incrementará.

El resultado, bueno, pues es atractivo, competente, tiene calidad, divertido y además cabe la familia, pero también es caro, desde $395 mil hasta $415 mil pesos ¿Los vale? Sí, cada peso, pero en el caso de la versión más equipada -y cara-   por una “pequeña” cantidad más podríamos comenzar a pensar en La Leyenda (GTI) que es más poderoso, más divertido, más agresivo, casi igual de espacioso pero sobre todo, más joven. Difícil elección que obedecerá a las necesidades, gustos y bolsillo de cada quien.